Inherente libertad




Nací libre, pero me apresó una sociedad en cambio acelerado
que me exigió, lo mejor, lo máximo, lo perfecto.
Actué como humana, y me sentí rechazada….
Traté de encontrar la verdad caminando por el filo de la vida,
extraviándome de mi misma,  para que me aceptaran…
Perfilando precipicios,
fui  sorprendiéndome de las ambigüedades de la gente,
de los vicios extremos, de las necesidades imprudentes,
y las imprudencias innecesarias.
Entre guerras de ideales, sufrí en carne sus embates.
Irremediablemente, me aparté en espíritu
y caminé en soledad acompañada,
andando por mis veredas, perdida en mis laberintos,
confundiéndome con los actores de la auténtica vida…
Y, dando la libertad por sentada,
me asaltaron miedos y censuras desequilibrando mi razón.

Vi la muerte ante mí, como un camino de salvación
pero el ego me arrebató de los pelos…
Fui presa de mi  incauta libertad y, sin quererlo,
me hice eco de los juegos previos que no tienen razón de existir…
Porque, no hay peor amo que el que exige devoción exclusiva,
ni peor fiel, que el se cree superior porque la rinde.
Creí en las promesas de mentirosos, y mentí de buena fe.
Hasta que, jugando su mismo juego, fui víctima y victimaria.

Como mediador que se  esclaviza a sus propias leyes,
me enredé entre los brazos de la culpa,
creando nuevos laberintos para perderme y olvidar.
En mis rondas, la profunda oscuridad me sedujo,
anidé entre cuervos que me enseñaron sus garras de maldad.
Aún con mi alma a jirones, conservé mi última hilacha de libertad.
Me agoté de luchar, pero no me rendí jamás…

La noche de mi condena fue larga…
Me liberó el amor y su tenaz lucha me guío a la salida.
Los límites y enredijos de en mis propias rondas,
derribaron los muros inexistentes, que me sitiaban.
Ya libre,  corrí desesperadamente hacia mi…
Y pudiendo ver a otros, que brillaban en mi oscuridad,
me abracé con fuerza, aunándome, a mi propia libertad…

Como nací libre y es mi derecho,
nadie podrá arrebatar la libertad de mi alma.

Sandra Gutiérrez Alvez

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